José Neira Román, académico de la Escuela de Recursos Naturales Universidad Católica del Maule, Ingeniero en Recursos Naturales Renovables, Dr. en Ciencias Silvoagropecuarias y Veterinarias.
La pandemia mundial ocasionada por el COVID-19 ha demostrado tener un alto impacto social y económico, en las que actualmente las medidas para evitar el contagio son diversas y se pueden diferenciar de acuerdo con su severidad y complejidad. Las menos drásticas implican que exista mayor contagio y mortalidad de personas, mientras que medidas más drásticas implican potencialmente un colapso económico y aumento del desempleo mundial. Nuestro país, en cambio, ha optado por medidas intermedias y que de paso han demostrado que nos falta mucho para lograr un país más justo, social y económicamente hablando.
Respecto a los efectos ambientales, se pueden mencionar algunas consecuencias positivas como, por ejemplo, el reencuentro de los espacios familiares y la disminución del impacto antrópico en el medioambiente; para a este último punto, existe evidencia a nivel mundial de la disminución del consumo de combustibles fósiles, lo que en consecuencia ha disminuido la emisión de dióxido de carbono y otros gases de importancia ambiental. Es así como China disminuyó un 18% sus emisiones entre febrero y marzo, producto de la reducción del consumo de carbón y emisiones industriales. Mientras se prevé que las emisiones de la Unión Europea caerán a 400 millones de toneladas métricas para este año, producto de la disminución de las demandas energéticas y de la industria manufacturera.
Recordemos que la suspensión de vuelos internacionales incide positivamente sobre el medioambiente. La información satelital evidencia aguas más limpias en Venecia, debido a la disminución del tránsito náutico, por lo que han reaparecido peces en sus aguas. Como también se han visto patos paseando por París, ciervos en las calles de Estados Unidos y pumas en las calles chilenas, por desgracia en el caso chileno no se puede atribuir únicamente al COVID-19 y el confinamiento de las personas.
Por el contrario, la cuarentena y las medidas gubernamentales han aumentado el uso de insumos médicos, que nos impone una complejidad en su disposición. También existe un aumento en la utilización de los “plásticos de un solo uso”, donde el peor destino ambiental es el océano y con consecuencias ampliamente conocidas.
Sintetizando el impacto ambiental del COVID-19 se puede evidenciar una disminución de la demanda energética y emisión de gases de efecto invernadero, pero también se ha producido un aumento en el uso de material complejo de disponer y que no necesariamente es reutilizable o reciclable. En ningún caso estos efectos serán duraderos en el tiempo, tal como sucedió con los impactos de la crisis económica del 2008, donde hubo una disminución temporal del 1,3% de las emisiones y que volvieron a subir a los mismos niveles pre-crisis en el año 2010.
Debemos considerar esta crisis como una oportunidad única para estudiar cómo un cambio sustancial de nuestras actividades impacta, positiva o negativamente, sobre nuestro planeta; por lo que además se hace necesario saber que las acciones antrópicas en el medioambiente generan más de algún riesgo a la vida humana.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.